Me gustaría que el hombre fuera otro.

Me gustaría que el amor, el entendimiento, la aceptación y la incondicionalidad fueran para todos y en todos.

Me gustaría poder tocarte y liberarte de todo aquello que te hace daño, de lo que te va matando lentamente.

Quisiera ser sin prisiones, sin barreras, sin prejuicios, sin miedos; ser en plenitud. Uno con el aire que respiro, uno con el sol, uno con tus sentidos, con los míos.

Quiero absorberlo todo.

Quiero llenarme, llenarte de vida.

No lo entiendo, no lo entiendo. Quiero arrancarme las capas de piel para llegar a lo profundo de mi existencia y así hacerlo.

Entender la maldad.

Entender el odio.

Entenderte a ti, al otro, a mí, a todos.

¿Entender?

No.

No hay nada que entender,

nada que buscar,

nada que encontrar,

sólo hay que ser y cuando sea, entonces…

Nada…

y con ella paz,

y con ella todo,

y con ella…

Nada…

Plenitud,

vida,

todo

y con ello…

Nada.

Y en esa nada…

Felicidad, porque dejo de ser siendo.

No hay separación, y si no la hay, todo está completo, yo estoy completa.

No hay dualidades.

No hay bien, no hay mal, no hay inconcebibles,

sólo hay lo que hay…

Vida.

El latido de mi corazón.

La expansión de mis pulmones,

mis sentidos y, por tanto, la felicidad de ser consciente de que soy con todo.

Amor, amor, amor.

 

 

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