Soñé.

Soñé con el silencio y el silencio era Dios.

Había encontrado el lenguaje olvidado entre tantas palabras vacías.

«No me hables» me dijo una voz, «Sin silencio nunca nos entenderemos».

Y callé.

Callé para decir: «Amor» y creo que aquella vez amé

Sin palabras.

El amor no se podía decir

Era el fruto del silencio.

El amor me rodeaba, pero el amor callaba mecido por manos invisibles.

Oí el silencio en los gritos de los desamparados. Eran como flores de almendro

Caían y nunca tocaban el abismo

Y la respuesta del amor fue silencio.

El silencio me hizo escuchar todas las cosas que importan.

Soñé que las palabras ocultaban las cosas.

No dije nada.

Ahora todo estaba delante de mí sin secretos

Aquel día las flores siguieron creciendo.

Las estrellas siguieron su curso.

La pequeña hormiga llevó su pequeño tesoro a su agujero en las entrañas de la tierra.

La mosca se posó sobre el vómito de un perro y creyó haber encontrado el paraíso.

Pero no dije nada.

No dije nada porque no hacía falta

«Habla desde el silencio» me dijo la voz

«Se la voz de los que no tienen voz».

Soñé que la única voz que sirve es la que se hace carne.

Carne para morir con el que muere en silencio,

Carne que grita

Silencio.

Obra sin publicar © 2017 Luis Velilla 

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