El día anterior Natalia se había enterado de que el papá de Roberto, el mejor amigo de su hermano Rubén, había muerto de cáncer, y ahora cargaba en su mano una tarjeta colorida con un mensaje de apoyo y cariño para él. Después de todo, también era su amigo, y quería hacer todo lo posible para que se sintiera bien.

No podía parar de pensar en cómo sería vivir de repente sin un papá o sin una mamá, y a consecuencia de ello le había empezado a doler la tripa continuamente. Se la sobó molesta con la manita que tenía libre, y frunció el ceño confundida al ponerle atención a la letra de la canción «Can´t stop the feeling», de Justin Timberlake, que resonaba con demasiada fuerza en el coche. Se acomodó bien sobre el incómodo alzador rosa y le pidió a su mamá que, por favor, bajara un poquito el volumen. María, su madre, la miró por el retrovisor y supo de inmediato que algo andaba mal.

–¿Qué pasa cariño? ¿Estás bien?

Natalia levantó la vista para encontrarse con los ojos preocupados de su madre en el espejo retrovisor, apretó los labios y con voz temblorosa dijo:

–Es que no quiero que te mueras.

–Pero cielo, ¿por qué dices eso? No me voy a morir ahora, en todo caso cuando sea más viejita, mucho más viejita. Gracias a Dios estoy sana, y aquí contigo, mi vida.

María volvió a poner los ojos en la carretera con la sensación de que aquella respuesta no había sido suficiente, y así fue.

–Ya, ¿pero qué pasa si te mueres? Es que yo no me quiero olvidar de ti. ¿Qué pasa si me olvido de ti? No puedo olvidarme, no quiero separarme de ti, no quiero… Yo, yo… quiero estar contigo para siempre, no puedes desaparecer, y yo tampoco quiero desaparecer.

Natalia no pudo más y se dejó llevar por el dolor y el llanto, y aunque su madre intentó darle alguna explicación que aliviara su dolor, se dio cuenta de que, aunque a ella no le preocupara la muerte, no tenía respuestas válidas que darle.

Pero… en serio…

¿Quién las tiene?

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Siempre preguntas que dan vértigo.

Preguntas sin respuestas que llegan en un tiempo escogido por una extraña sincronía que nos acompaña aunque no queramos.

Preguntas que, desde la más tierna edad, nos perturban la paz en un intento desesperado por la supervivencia de nuestro yo.

El temor a la pérdida de identidad es una constante en el ser humano. Nos aferramos a ella con las garras de nuestra alma, como aquel que está a punto de caer por el más hondo de los precipicios, y pelea aterrorizado, aferrándose con su ser de un borde pedregoso que insiste en que nos dejemos ir. Sin embargo, el miedo a lo desconocido, a perdernos, a olvidar quiénes somos y a quién amamos, nos empuja siempre hacia arriba.

Huimos del vacío, de la muerte, del olvido.

Preguntas que nos sorprenden haciéndonos entender que en realidad…

No sabemos nada…

Y es en ese «no saber», donde está «todo».

Vértigo…

 

Cuando nacemos, vivimos en una especie de paraíso. Nuestros deseos son escasos, y puesto que suelen ser rápidamente satisfechos por nuestra amorosa madre, vivimos contentos y felices, y, lo que es mejor, experimentamos un estado de dichosa unicidad con la vida entera. A medida que crecemos, desarrollamos un sentido de «yo» como entidad diferente a la de todos lo demás «yoes» que nos rodean, y entonces perdemos el paraíso, es decir, ese sentido de unicidad y de conexión con la vida del cual no habíamos sido conscientes hasta entonces.

El Buda Feliz, (2011),  La felicidad y cómo sucede.

 

8 comentarios en “Vértigo.

    1. Esa misma pregunta me hago yo día sí día también. Aunque como digo en algún lugar que ya has leído: a lo mejor en realidad es tan fácil como respirar pero no nos damos cuenta, y aquello que es natural para nosotros se ha convertido en algo que creemos imposible (en otras palabras). Definitivamente creo que la evolución del pensamiento tiene un papel importante en ello, pero si te soy sincera, ya ni siquiera busco el porqué, sólo el cómo.

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    1. Exacto, son cuestionamientos que nos vienen en curva, desprevenidos y al final se nos revuelven hasta las entrañas. Ver ese dolor en ellos no es fácil, y encontrar una respuesta, como digo en la historia, lo es todavía menos. Pero bueno, es una batalla interior que tenemos todos a cualquier edad, en algún momento.
      Por cierto Ana, quiero una copia firmada de tu novela, cómo tengo que proceder? La compro online y tú me la mandas directamente? Besos para ti guapísima. 😘😘😘

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