Un bebé, un niño, un joven, un adulto, un anciano.
El tiempo sigue su implacable rutina y se empeña en recordármelo a través del movimiento.
Una locución; la música y sus constantes bajos y altos.
Los coches yendo… viniendo a prisa.
El barista preparando un café cargado.
Aquel que habla por teléfono y aquel otro que mueve ligeramente los dedos sobre una superficie ridículamente angosta.
Un cuchillo que reluce sometiendo sus tonos al sol al deslizarse con urgencia sobre una tostada integral.
Labios que se mueven.
Ojos que miran y parpadean.
Pies que caminan.
Dientes que mastican y…
el tiempo que se va.
Movimiento.
Palmeras que bailan, nubes que pasan…
Aquella rama se cae y el perro ladra.
Me encierro en una burbuja, en un manto ajeno al exterior y me escondo en su quietud.
La tierra sigue girando, el viento sigue soplando.
Inspiro, expiro y… otra vez, movimiento.
No puedo huir, no puedo esconderme del tiempo.
Rompo la burbuja y entonces…
Decido vivir, volverme parte del movimiento.
Envolverme con él,
ser vida,
ser tiempo en un ahora que es eterno.
Que no falte el movimiento. La vida es eso tiempo pasado, presente y futuro. Muy bonito.
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¡Gracias!
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Citando a uno de mis poetas favoritos:
«El tiempo, Maud,/el tiempo no es como los perros del trineo,/que a la voz del amo se detienen./El tiempo no es como la osa blanca,/que vuelve la cabeza para ver si la siguen los oseznos,/ni como el cazador,/que torna al iglú siguiendo sus propias/huellas sobre la nieve,/huellas que ya comienza a borrar el viento./El tiempo no se detiene,/no mira atrás,/no regresa.»
Saludos!
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¡Qué bonito! ¿De quién es? ¡Gracias! Un abrazo.
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Se llama Luis Rogelio Nogueras. Si tienes tiempo te lo recomiendo.
Gracias a ti. 😉
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¡Gracias por el dato! 🙂
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