Cada vez que me encuentro con una serie de fotografías en las que las personas –personas comunes y corrientes, como uno– son el centro de atención siento una fascinación que va más allá de la mera observación estética. La primera vez que me ocurrió esto fue cuando tuve la oportunidad de hojear el libro Portraits, de Steve McCurry. En él sólo encontramos doscientas páginas de retratos, los cuales fueron tomados por este genial fotógrafo en sus viajes alrededor del mundo (McCurry es el autor de esa inolvidable fotografía, la cual seguramente todos conocemos, de esa niña afgana en un campo de refugiados y que hoy es la imagen principal de National Geographic). Ese libro, como ningún otro, y sin necesidad de una sola palabra, me hizo sentir esa conexión absoluta con el resto de la humanidad toda. Algo similar sentí al ver esta fotos de estas personas en sus sitios…

Me voy a tranquilizar. Voy a respirar despacio, a escuchar los latidos de mi corazón y a hacer que vayan cada vez más despacio. Voy a calmarme y a cerrar los ojos mientras cumplo con mis propósitos. Voy a mover cada músculo de mi cuerpo en una perfecta sincronización, voy a…

A reventar en preocupaciones, a enloquecer en una noche, a destrozar mis órganos con litros de insecticida, voy a correr sin una meta alcanzable a la vista, a luchar contra gigantes invisibles, a hablar por el simple hecho de decir gilipolleces y voy a pensar en ellas como si fueran interesantes.

Voy a buscar en mi interior la calma que recorrerá después mi cuerpo, sanearé las ideas negativas, voy a disculparme de mis malos actos, pediré perdón a quienes he dañado, me arrodillaré por mi falta de empatía, voy a culpabilizarme por no saber ceder, voy a…

Destrozarme los…