¿Qué palabras puedo decir? ¿Para qué decirlas? ¿Qué importa? ¿Por qué me preocupa? Llega un momento en todo esto de abrirse y exponerse al mundo, en el que la claridad se va nublando y eso es siempre lo que me ha dado miedo. ¿Dónde está el punto de decir lo que se quiere decir sin importar lo que los demás piensen? ¿Para qué escribo? Siempre lo he hecho como desahogo del alma y nada más. ¿Es un bloqueo mental o sencillamente lo es más bien espiritual? Porque cuanto más alimentemos al ego, más perdidos estaremos en nuestro propio mundo, en donde la ceguera es una enfermedad fatal que nos priva de la virtud de ser en libertad.
Pienso, y pienso, y pienso en ti buscando qué decir para que me escuches. Pero si lo que dice mi alma no es suficiente, entonces, ¿qué lo será? ¿Qué son las palabras vacías? Aquellas que no salen de dentro, aquellas que buscan un interés y no un bien. Aquellas que no expresan mas solicitan, aquellas que se suceden con un contenido barato e innecesario. No quiero hablar fuera de mi alma, no quiero ceder a mi ego, no quiero seguir la corriente, no quiero ser como nadie, no quiero parar de buscar, no quiero conformarme, quiero más, más, más, más. No quiero seguir las reglas, quiero dejarme llevar por lo que me pide la vida misma. No quiero encajar, quiero salir y explorar. No quiero brillar para ti ni para nadie más, quiero hacerlo en la intimidad.
Racismo, abuso, discriminación, violencia, muerte, basura, basura, basura. Maldito dinero que nos persigue como la maldición más grande. Nos sometemos a él sin chistar, buscando ser más. Maldita creación del hombre para dividirnos, separarnos, clasificarnos. –Con oportunidades, sin oportunidades; con valor, sin valor; importante, despreciable…
Asco, asco, asco.
No buscaré que me tengas en estima, no buscaré hacerte daño, no buscaré tu fidelidad. Buscaré decirte la verdad; buscaré hacerte bien; buscaré amarte sin condiciones.
Uno, dos, tres, cuatro, dirigen nuestro destino considerándonos como números de una pantalla. Un billete, dos billetes, tres billetes, valen más que esos números sin nombres ni apellidos.
Negro, blanco, amarillo, tostado, distinto. División, menosprecio, muerte, muerte, muerte.
No quiero someterme, no quiero, no quiero.
Una vida tengo, una vida tienes; el valor no está en lo que tienes, está… en que eres.
Y creo que en ello reside nuestra grandeza como especie, la individualidad propia de cada uno, y si, en cierta forma, escribo con parecidas razones, pero nunca lo pienso, al fin y al cabo, tras cada dia que amanece de nuevo y me siento ante la fría pantalla del ordenador, abrir el Word para comenzar el boceto de ese pensamiento que ayer me lleno la cabeza durante unos minutos, notar como poco a poco van surgiendo letras, frases, puntos, comas, es en ese momento en que me doy cuenta, que el dinero, como otras cosas, han de ser valoradas en su justa medida, y que para ser feliz, quizás no necesite el ultimo modelo, sino uno que funcione, y que quizás no me haga falta una marca, sino una camiseta, y quizás, solo quizás, como me psas con quien leo, hay algo en ello que me hace pensar para escribir el próximo dia.
Gracias por leerte.
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Gracias a ti Jordi!!
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Paloma, no podemos parar. La máquina produce 1000 voces confundidas y tenebrosas por cada voz llena de luz. No olvides que la llamarada de tan solo una vela alumbra una recámara completa…
¡Abrazos!
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No lo olvido, por eso protesto contra mí, para no olvidar qué es lo importante y por qué hago lo que hago. Gracias por pasarte compi! Abrazo correspondido! 🤗🤗
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La lección es simple, aunque a veces nos lleve mucho tiempo comprenderla (hay quien no la comprende en toda una vida): Decir lo que queramos decir de la forma en que nos parece correcto. Todos los demás (todos) deberán aceptarnos así. Claro que esto implica decir lo correcto, lo válido, lo útil (nada hay más molesto que aquel que se escuda en «el derecho a hablar» para denostar a los demás. Eso es sólo otra cara de la cobardía).
Ser uno mismo implica un arduo trabajo. Decir lo que uno mismo es sólo es la consecuencia de ello.
Un abrazo.
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Así es, las formas siempre hay que trabajarlas para no herir a nadie, aunque el mensaje expresado pueda llegar a incomodar a alguien. Porque a veces, aunque se digan las cosas bien, lo ímplicito en el mensaje, igualmente puede no gustar, pero a pesar de ello la voz no debe callar, la integridad no ha de perderse.
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Siempre, digamos lo que dijéramos, habrá alguien que se sienta molesto o, incluso, indignado. Al diablo con ellos. Siempre que uno diga lo que realmente piensa y lo haga de la forma adecuada, no importa lo que piensan los demás.
Un abrazo.
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Brillantes reflexiones del ser y querer ser
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